[ Ananké ]
Un vacío en el pecho.
Me doblo sobre mí misma.
Intento agarrarme a algo.
Pero todo se caen a pedazos.
Vago sin rumbo por el Metro, tambaleándome.
Una mano se extiende hacia mí, pero la rechazo con violencia.
Su mirada es dulce, sus labios están húmedos.
Pero sé que ni siquiera eso puede aliviarme.
Las lentas pero constantes punzadas en mis entrañas no cesarán, la necesidad química se ha apoderado de mi cerebro. Mi alma se convulsiona en quietud y las lágrimas acuden a mi rostro. Mi rostro impasible y seco. Es como si, estando dentro de un lago, volviera a hundirme en él. Mis largas uñas se clavan en mi piel y aprieto los dientes de puro dolor.
Si tan sólo pudieras darte cuenta de lo que me pasa, si tan sólo pudieras abrazarme ahora... pero ni siquiera el amor puede ayudarme; y mucho menos la tristeza. Así que me acurrucaré en esta esquina y cerraré los ojos, aguardando la muerte. Ya nada puede ayudarme.
Ya nadie puede ayudarme.
La Muerte... mi morada eterna...
martes, abril 13, 2004
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